Obrero, sindicalista y dirigente de partido, con gran corazón, tabarnés de Calella de la Costa, español e internacionalista, afrontó a los nacionalistas catalanes y vascos en numerosas ocasiones. Honor y gloria a una vida dedicada con valor a la emancipación de los oprimidos, hasta el final.

Para honrar su trayectoria, traducimos y reproducimos una de sus últimas entrevistas para medios de comunicación, en esta ocasión, el pequeño pero combativo y admirable «El Triangle», publicada el 18 de febrero de 2018.
Ex secretario general del PSUC en 1980; y del PCE en 1998, reelegido en 2002 y 2005. Fue candidato a la presidencia en las elecciones generales del año 2000 por Izquierda Unida. Este sindicalista de Calella es una de las voces más críticas y vehementes, desde la izquierda, al proceso independentista, lo que le ha valido mucha incomprensión. Intervino en la gran manifestación contra la independencia celebrada el pasado otoño en Barcelona.
Entrevista de realizada por Luis Caldeiro.
Usted asistió a la manifestación contra el independentismo (o a favor de la unidad de España, como quiera) del pasado 29 de octubre. ¿Por qué?
En primer lugar, porque estoy radicalmente en contra de todo lo que está pasando en Cataluña. Es una barbaridad. Y además porque me siento estafado, ya que en las épocas duras de los últimos años del franquismo, quienes salíamos a la calle en defensa de los derechos económicos y sociales de los trabajadores también lo hacíamos en defensa de los derechos políticos de toda la sociedad. Y en Cataluña, concretamente, salíamos en nombre de los derechos que entonces se llamaban nacionales y que habían sido postergados por el franquismo. Yo continué defendiendo esto. Y ahora me siento estafado porque los que entonces no hicieron nada, ni siquiera algo tan sencillo como defender el Estatuto de 1932, ahora resulta que me los encuentro convertidos en independentistas. Muchos de los que, además, eran franquistas. Y claro, yo asistí a la manifestación del 29 de octubre en nombre de la izquierda no nacionalista de Cataluña. Y en nombre de la convivencia y del respeto de todas las ideas. Porque se acabara toda esta historia y volviéramos a recuperar la convivencia. Cada uno con sus opiniones, pero sin liquidar las de los demás. Y sin liquidar la participación democrática de la gente en todos los problemas.
¿De verdad los independentistas de hoy entonces no se movían para nada?
En general eran cuatro los que hacían algo, pero muy clandestinamente y sin ninguna incidencia. Los que salíamos a la calle a defender los derechos nacionales de Cataluña (el Estatuto de 1932, etc.) éramos los rojos que había, trabajadores en general que salíamos del Once de Septiembre. Y muchas veces trabajadores que hablaban en el catalán de Andalucía o de Extremadura, es decir, en castellano- pero que salían a defender los derechos políticos de Cataluña. Y muchos de estos que ahora me los encuentro aguerridos, con gran coraje en defensa del independentismo, entonces ni los veías ni los esperabas.
Fue muy comentado el discurso que pronunció en la manifestación. Concretamente se declaró botifler orgullosamente. Es decir, cogió «el lenguaje del adversario» (en palabras suyas) y lo lanzó, como una especie de boomerang, contra este mismo adversario. ¿Cómo se le ocurrió utilizar una de las palabras-estigma (botifler, es decir, «traidor») con que el independentismo marca sus enemigos, para criticarlo?
Porque esta palabra la conocía desde hace muchos años. Lo que pasa es que no se utilizaba para definir un traidor. Botifler es esquirol (ardilla), una palabra que ya fecha de la Guerra de Sucesión. En todo caso, pienso dejar de lado estas historietas que cuentan. Las dejaré porque son eso, puras historietas, que ellos inventan y reinventan cuando les conviene y como les conviene.
Usted dice que son puras historietas, pero el hecho es que utilizó esta palabra emblemática del independentismo.
Bueno, yo hice uso porque me parecía una palabra para arrancar un discurso: «Yo soy un botifler. Un traidor». ¿Y a qué soy traidor? Entonces concreté: traidor a sus mentiras, a sus historietas, a su racismo, a su dogmatismo sectario … Incluso a justificar las propias corrupciones, las que tuvieron lugar en Cataluña. Yo no justifico las corrupciones del PP, al contrario: voy a muerte contra ellas. ¿Pero cómo puedo justificar, como justifican ellos -por activa o por pasiva-, las corrupciones de la familia Pujol, de Convergencia Democrática y de todo este entorno? Porque en Cataluña hay tanta corrupción, o más, que en Madrid y Andalucía juntas. Entonces, claro, dije: «Soy un botifler, un traidor a todo esto que explique».
Y aún fue más lejos, ¿verdad?
Finalmente afirmé que los traidores reales eran ellos, los independentistas. Porque habían traicionado la gente del trabajo y porque estaban llevando a los trabajadores a la división y al enfrentamiento: los trabajadores catalanes entre sí, y en estos contra los del resto de España.
Acaba de enumerar los aspectos concretos a que se declaró botifler: uno era «en su racismo identitario». Es una acusación grave. ¿Usted cree que el independentismo es una ideología supremacista?
Pues, sí. Totalmente. Pero es que además no lo digo yo, lo dicen ellos mismos: lea usted a Macià, Heribert Barrera, algunos próceres de finales del siglo XIX y principios del XX como Prat de la Riba. Yo ya he escrito sobre esto en mi blog y en mi Facebook y he hablado de toda esta gente. Y he citado literalmente lo que decían sobre el tema de la identidad de los catalanes. ¿Usted recuerda cuando Arzallus, hace mucho, mucho tiempo, afirmaba que «los vascos somos diferentes porque tenemos las orejas más cuadradas o la cara diferente»? Pues estos señores dicen lo mismo. ¿Qué decía Heribert Barrera? Que cuando en un momento determinado tenía que escribir un discurso, lo hacía en catalán y en inglés. En castellano no, porque sólo lo hablan unos seiscientos millones de personas en el mundo, total, una lengua sin ninguna entidad ni importancia. Y los castellanohablantes decía, entre otras cosas, que «las oleadas inmigratorias son un plan para descatalanitzar Cataluña» o que «la inmigración es la principal amenaza para Cataluña; hemos conseguido superar las olas de andaluces pero ahora el catalán está en peligro». Finamente y como colofón, el muy honorable Jordi Pujol afirmó que «el andaluz es un hombre poco hecho, un hombre que hace cientos de años que pasa hambre y vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual «. Son unas pequeñas muestras, pero hay muchas más, y actuales, del verdadero pensamiento del nacionalismo racista, aunque los más astutos lo camuflen.
En su discurso, diferenciaba entre la “izquierda real” -que según usted estaba presente en la manifestación- y la izquierda que calificaba de “cómplice” porque «se dice no nacionalista pero va detrás del nacionalismo y le baila el agua». Y se preguntaba retóricamente «qué hacía esta izquierda, que no estaba, a la manifestación». Curiosamente, el mismo día 29, su mismo partido publicaba un tuit donde decía que «el PCE no está presente en la manifestación de Sociedad Civil Catalana», al tiempo que afirmaba que usted «no lo representaba». Y finalmente, desde el Comité Central «reprobaban» su «actitud».
En primer lugar, y para aclarar las cosas, yo no hablé en la manifestación del día 29 en nombre del PCE, sino en nombre de Paco Frutos y de la izquierda no independentista que hay en Cataluña. Ni siquiera se me ocurrió pensar en el PCE. Y en segundo lugar: el grupo burocrático que actualmente controla el Partido Comunista de España, y que no tiene ninguna entidad, porque igual puede decir algo como la contraria, ya que no tiene ninguna ideología seria y rigurosa, es decir, mínimamente coherente … Este grupo lo que está haciendo (y lo que pasó en las elecciones del 21-D lo dice muy claramente) es allanar el terreno a los independentistas diciendo: no somos del 155 ni de la DUI, no somos de nada. Y es que es verdad: no son de nada. Y muy pronto, no siendo de nada, la gente se dará cuenta que no son de nada y que no sirven para nada. Por lo tanto, la reacción de la dirección del PCE tiene que ver con su realidad, de aparatito burocrático que defiende sus propios intereses, incluso los intereses personales de quienes no quieren quedarse sin la sillita o la poltroncita. Esto es lo que defienden. Entonces, todo esto ya no me interesa en absoluto.
Se puede decir más alto, pero no más claro.
Pero, además, fíjese que el mismo día 29 de octubre, cuando me descalificaban por no ser «representativo» del PCE, también descalificaban la propia manifestación -de cientos de miles de personas, según las cifras más moderadas- porque era un acto «de la extrema derecha». Entonces pensé: «Si todo este montón de gente es de la extrema derecha, vamos listos». Y cuando de camino a la manifestación, de Calella a Barcelona, en el coche de mi amigo Domènec, pasábamos por todas las barriadas obreras y populares (Badalona, etc.) y veíamos toda la gente trabajadora que iba al centro con sus mochilas y incluso con sus banderitas constitucionales, recién compradas en un chino, pues, claro, calificar estos cientos de miles de personas como «la extrema derecha», es que clama al cielo. Tienen tanto complejo estos izquierdistas de salón que tienen que deben descalificar todo lo que no controlan.
Fuente: https://www.eltriangle.eu/es/entrevistas/entrevista-a-paco-frutos_47760_102.html