La #inmersión etnolingüística

El uso partidista de las lenguas altera la convivencia en Cataluña

Desde la promulgación de los decretos de inmersión (1992), que instituyó el modelo monolingüe en la enseñanza obligatoria en Cataluña, se han sucedido las polémicas lingüísticas con mayor o menor intensidad. A partir de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Autonomía (2010) se han dictado diversas resoluciones judiciales que instan a la Generalitat a reconocer al castellano el carácter de lengua vehicular en la enseñanza en la proporción que ésta considere adecuada en el ejercicio de sus competencias exclusivas en la materia. Los subterfugios legales utilizados por la administración autonómica para evitar implementar estas sentencias condujeron al Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) a establecer la cuota del 25 % de clases en castellano. Una resolución recurrida ante el Tribunal Supremo, que ha rechazado admitirla a trámite.

Algunas familias, acogiéndose a estas sentencias, han exigido a los centros docentes públicos su aplicación. Una de ellas, de Canet de Mar, ha provocado la iracunda reacción de los sectores más intolerantes del movimiento nacionalista con el apoyo sedicente del gobierno de la Generalitat. No es la primera vez que esto sucede. Otra familia, de Balaguer (Lérida), realizó semejante solicitud en 2015, pero se vio sometida a tal presión que hubo de abandonar el municipio, algo que prácticamente pasó desapercibido. Sin embargo, ahora el acoso a la familia de Canet ha provocado un escándalo de proporciones nacionales. ¿Qué ha cambiado desde entonces? Por un lado, el proceso independentista ha dinamitado prácticamente todos los consensos en la sociedad catalana. Entre ellos el muy frágil acuerdo sobre la inmersión. Especialmente, cuando amplios sectores de la ciudadanía no independentista, han tomado conciencia del uso partidista de la lengua como factor de homogenización cultural al servicio de la causa secesionista. Por otro lado, el fracaso de la vía unilateral hacia la independencia ha generado una enorme frustración compensada por un movimiento de repliegue identitario, en el que la lengua juega un papel fundamental. Para los secesionistas cualquier cuestionamiento de la inmersión es percibido como un ataque a la esencia de la nación como corresponde a su carácter de nacionalismo etnolingüístico.

La identificación entre lengua catalana y pertenencia a la nación está degenerando en un factor de exclusión para los catalanes de lengua castellana a quienes, desde estos sectores, se les niega su condición de catalanes y se les considera españoles residentes en Cataluña, tachados despectivamente como ‘colonos’ cuya misión radica en desnaturalizar la nación catalana. Una prueba adicional de la profunda fractura que el proceso independentista ha generado en la sociedad catalana.

En una sociedad con dos lenguas vehiculares y oficiales, que solo una de ellas sea la de uso exclusivo en la enseñanza pública constituye una fuente interminable de conflictos. Esta legislación no solo supone un vaciado del estatuto de lengua cooficial del castellano, sino que vulnera el principio de la UNESCO según el cual los alumnos deben ser educados en su lengua materna, lo cual no excluye el aprendizaje de otros idiomas. Además, la inmersión solo se aplica a los niños castellanohablantes, pues los catalanohablantes sí son educados en su lengua materna. Esta diferenciación se ve agravada por el hecho de que la inmensa mayoría de los alumnos cuya lengua es el castellano -más de la mitad los alumnos de Cataluña- a pertenece a la clase trabajadora una parte de la cual con menor nivel cultural. Ello supone un obstáculo adicional para su formación y es uno de los factores –no el único- que explica sus elevadas tasas de fracaso escolar.

Hace décadas que el uso partidista de las lenguas, en clave etnolingüística, está generando graves problemas de convivencia, afortunadamente paliados por la actitud tolerante de la mayoría de ciudadanos. Estas guerras lingüísticas están atizadas desde los nacionalismos periféricos, también por una parte del nacionalismo español de derechas que utiliza el castellano como arma arrojadiza. Unos nacionalismos que de este modo se retroalimentan en una perversa lógica de acción/reacción. Tristemente no se atisban en el horizonte signos de pacificación del conflicto lingüístico, sino todo lo contrario. La izquierda catalana, que podría contribuir a plantear un modelo alternativo a la inmersión, parece abducida por los dogmas del nacionalismo etnolingüístico. Así, tanto los Comunes como CC. OO y UGT se han posicionado en defensa de la inmersión. Únicamente el PSC -atenazado por el miedo cerval a verse alineados con la derecha- ha planteado, con la boca pequeña, flexibilizar la inmersión para adecuarla a las diferentes realidades sociolingüísticas del país. Ello sin entrar en el fondo de la cuestión que exigiría la construcción de un nuevo modelo respetuoso con la pluralidad cultural y lingüística del país.

Antonio Santamaría

Periodista y ensayista sobre el nacionalismo catalán

Lectura completa: https://www.elcorreo.com/opinion/tribunas/inmersion-etnolinguistica-20211216223117-nt.html

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