Los tiempos que vivimos son más fieles a los actores secundarios que a los héroes de las leyendas

Los ateos posmodernos no leen la Biblia y es una pena porque ayudaría a encontrar referentes que vienen de muy lejos. Es verdad que el chiste es el material más alejado de lo bíblico y que la búsqueda de los jijiji-jajaja resulta empresa baldía. La Biblia es tan seria que provoca miedo. Los de mi quinta la leímos mitad por obligación canónica mitad porque nuestro tío Bertold Brecht, tan olvidado él, la citaba como una fuente permanente de inspiración. Ay, los ateos de antaño, entre los que me cuento, teníamos la Biblia como un elemento cultural en tiempos de nacionalcatolicismo, cuando leer la versión del sevillano Cipriano de Valera, un exiliado ya en el siglo XVI, podía traducirse con la expulsión del colegio de los reverendos Padres Dominicos. Hablo por experiencia.
La historia de Sansón, un espantoso relato que deja en mantillas las cutreces de Tarantino, no se limita a Dalila, un corte de pelo y el derribo del templo y su mítico “Muera aquí Sansón con todos los filisteos”. Esa historia al completo es de una actualidad que la convierte en símbolo. La pueden encontrar en el bíblico “Jueces” y allí podemos leer la trayectoria demencial de un chulo, arrogante y agresivo, el tal Sansón, del que cualquier instrumentalización pedestre estaría de más y parecería memez. A mí me interesa más el papel de los filisteos; taimados y cobardes. Los tiempos que vivimos son más fieles a los actores secundarios que a los héroes de las leyendas. En esas estamos.
El sismógrafo de las erupciones en España las detecta siempre Marruecos y de manera compulsiva. Cuando el sistema español se cuartea, el vecino inicia ofensivas de largo alcance. Ocurrió durante la enfermedad de Franco con la Marcha Verde y ha vuelto a suceder ahora, y eso por citar solo lo más llamativo, porque incidentes de tal jaez han venido sucediendo episódicamente. Lo de menos es que asilaran con una torpeza inaudita al líder del Frente Polisario por “razones humanitarias”, lo de más es admitir diplomáticamente la ambición del Gran Marruecos y la ocupación del Sahara, antaño colonia española. Tanto cuidado como han puesto los medios para no admitir que el régimen marroquí es una satrapía en la que nuestro viejo rey, hoy sarcásticamente supongo apodado Emérito, se movía en su calidad de socio. Juan Carlos nunca tuvo amigos, sólo socios y siervos; conviene no olvidarlo.
Ocurrió durante la enfermedad de Franco con la Marcha Verde y ha vuelto a suceder ahora, y eso por citar solo lo más llamativo, porque incidentes de tal jaez han venido sucediendo episódicamente
Lo que nos abstenemos de señalar es que el sátrapa marroquí es socio preferente de nuestro gran aliado, los Estados Unidos, ya sean de Trump o de Biden, y que igual que sucedió con la Marcha Verde, donde ondearon banderas de barras y estrellas, está ocurriendo ahora. Llamémoslo invasión o chantaje, da lo mismo, los 10.000 pobres de un régimen que cuenta con muchos miles en situación de no perder nada porque ya está todo perdido, es una jugada siniestra pero previsible y que deja al Gobierno enredado en su permanente improvisación. Todo se improvisa, pero luego todo se barniza.